Un agradecimiento que no sólo consiste en saber dar gracias, sino en agradecer, en vivir agradecidos, en agradecer a Dios, en aprender a saborear, a sentir y gustar los momentos. Aprender a admirarse, a maravillarse con la realidad. Un agradecimiento por “todo”: por todo lo que nos sostiene, por lo que nos hace crecer, aunque nos contraríe. Por los propios límites que nos hacen únicos, aunque nos cueste aceptarlos; que agradece hasta el perder, cuando nos acerca o revierte en los que están peor.

El agradecimiento pasa especialmente por las personas, por descubrir el testimonio de tantas personas agradecidas que han ayudado a cambiar el mundo, y a cuidar nuestra sensibilidad con las personas que nos rodean, sus situaciones, sus testimonios…

“Más en la obras que en las palabras” porque este  agradecimiento nos debe llevar al COMPROMISO, que no nace del voluntarismo, sino que se trata de una acción que tiene como motor el mismo agradecimiento. Un agradecimiento que no puede quedarse ‘escondido y nos lleva a la satisfacción de la entrega generosa.