Nuestro alumno Ángel os cuenta su experiencia de Erasmus en Londres.
Esperamos que disfrutéis de su relato y los que tengáis la oportunidad, os suméis a vivir estas experiencias dignas de vivir.
Los nervios previos al viaje, las expectativas creadas y la emoción por una nueva aventura me impidieron dormir bien la noche anterior al gran viaje, imagino que es lo normal.
Me desperté aquella mañana del 19 de marzo con todo preparado, tras haberme despedido de todo el mundo, los billetes del vuelo impresos y la maleta hecha me dirigí hacia el aeropuerto para comenzar esta experiencia, no es fácil estar fuera de casa durante tanto tiempo, lejos de tu entorno y tu zona de confort, pero hay que despertar, hay que aprender, hay que vivir nuevas experiencias, hay que experimentar y crecer y que mejor oportunidad que esta, para realizar todas esas cosas.
Así que tras pasar el control del aeropuerto, ese momento en el cual pareces un malabarista, descalzo con el portátil bajo el brazo la regleta en una mano, el abrigo la otra, el libro en los dientes… embarqué en el avión destino a Londres.
Aterricé en Heathrow, el aeropuerto mas próximo a la ciudad, desembarqué y con mi maleta de mano como si el látigo de Indiana Jones fuese me dispuse a seguir los carteles que indicaban la recogida del equipaje en una emocionante excursión por el aeropuerto.
Una vez recogida mi maleta, me dirigí hacia el metro para un viaje interminable hasta la estación de Brixton, en la cual cogería un autobús hasta llegar a la dirección donde tenía alquilado mi cuarto.
Me bajé del autobús con mis dos maletas, hacía frío, era de noche y había nevado el día anterior, tras un día eterno en el que di demasiado trabajo a mi móvil este decidió que era el mejor momento para que la batería se agotase (bendito don de la oportunidad) así que, a ciegas, de noche y en una zona completamente desconocida me dispuse, no sé cómo, a encontrar la dirección en la cual me alojaría los próximos 3 meses. Soy una persona escéptica, pero llámalo milagro, magia, intuición, pero tras cruzar dos calles y un parque y ver el letrero del nombre de la calle no pude hacer mas que dar un suspiro de alivio y dar gracias a la suerte.
La familia me acogió bien, son unas personas encantadoras y he de decir que muy buenos cocineros, cosa que creedme en un país así se agradece, ya sabéis que Reino Unido no es un país que sea especialmente famoso por su “maravillosa” gastronomía (me consuela que al volver me espera una maravillosa tortilla de patata)
Tras un sueño verdaderamente reparador, me esperaba un desayuno en la mesa, cortesía de los caseros, así que, tras dar buena cuenta de ello, me fui a iniciar mi primer día de prácticas. La acogida en Camara fue maravillosa, el personal muy agradable al igual que los voluntarios. Camara Learning es una empresa que se dedica a reciclar ordenadores para mandarlos a países en vías de desarrollo tales como Etiopía, Kenia o Tanzania y utilizar estos equipos para el ámbito educativo, así que además de poner en práctica lo aprendido, sentir que tu trabajo mejora la vida de otras personas es una sensación muy gratificante.
Mi trabajo en Camara consiste en reparar los ordenadores que donan las distintas empresas y entidades, reinstalar el sistema operativo con distribución propia, limpiar los terminales y dejarlos como nuevos para empaquetarlos y enviarlos a dichos países (Hace unas semanas cargamos un container donde iban 750 ordenadores con sus correspondientes cables, ratones, teclados y monitores y 250 portátiles)
Dejando a un lado el trabajo, no puedo desaprovechar la oportunidad de hablaros de Londres, por supuesto no he dejado de hacer turismo desde que llegué. Londres es una ciudad inmensa y cuando digo inmensa es cuatro veces la extensión de Madrid, suerte que no estoy demasiado lejos de la zona centro.
Como sabéis esta es una ciudad con mucho atractivo turístico, quizá demasiado, el London Eye, el BigBen (imposible de ver pues esta cubierto de andamios hasta 2021), El palacio de Buckingham, la casa del parlamento, Westminster Abbey, Trafalgar Square, Saint Jame´s Park, St. Paul´s Cathedral, Tower Bridge… y podría llenar dos páginas enumerando lugares.
Londres es una ciudad rica, llena de historia, llena de gente, es una ciudad vibrante, con numerosos pubs, cafeterías, teatros y museos, no os podéis perder el British, hay trozos de historia de todo el globo, el sueño de todo amante del arte condensado en un inmenso edificio.
No obstante, mis ansias de curiosidad no me han dejado anclado en Londres, he viajado a visitar las megalíticas piedras de Stonehege o la georgiana ciudad de Bath, me he empapado de historia, he paseado por rincones pintorescos, he cambiado de hora en Greenwich park, me he metido en la piel de personajes famosos como Sherlock Holmes, Jack el Destripador o los Beatles, he manifestado mi respeto ante las tumbas de escritores como Dickens, Lewis Carroll, Jane Austen o Lord Byron, me he maravillado con el gótico inglés y me he sentido como un Londinense más dejándome caer por sus pubs mientras escuchaba Jazz en directo y bebía una buena cerveza.
Para terminar, un par de consejos, llevaros antifaz para dormir, las persianas aquí son una leyenda, NO entréis a comer en bares de tapas españoles, por favor, no lo hagáis si no queréis llevaros una gran decepción y sobre todo, perderos, vivid y disfrutad de la ciudad, de sus calles, de sus gentes y su cultura.
Pero mi último consejo y tal vez el más importante si alguna vez se os presenta una oportunidad así es que la aprovechéis para crecer, aprender, madurar, explorar, conocer, valorar lo que tenéis y sobre todo vivir, porque ¿Qué es la vida sin un poco de Aventura?
Ángel Rueda.